Un comentario fugaz, a partir de la siguiente semana comenzaré a publicar estos capítulos el viernes, para que no quede junto al Archivo, que se envía los domingos.
Fin del comentario, retomamos la historia.
Entonces los Us enmudecieron y comenzaron a retirarse.
- Déjelos ir, Santa – ordenó una voz calmada y profunda.
El Dragón había llegado. El rey pasó bajo el marco vacío inclinando la cabeza en un innecesario saludo formal a Íria Bendita. La potestad de su Marca había dejado secuelas en él; medía casi tres metros, sus pupilas eran blancas y verticales, el cabello rubio desprendía un brillo metálico y lo que parecían arrugas eran los surcos que dejaban atrás las escamas al transformarse.
Íria retiró su interpretación y se inclinó ante Ivak junto al resto.
- Dragón, perdone mi impulsividad – agregó cabizbaja, pero aún molesta.
- Está perdonada, Santa. Comprendo que la situación resulte exasperante para usted – contestó el rey – Pero debemos poner fin a todo este malentendido.
- No hay mal entendido, Dragón – se apresuró a explicar el sacerdote demacrado -. Íria debía contraer matrimonio con el futuro Dragón, en cambio ha blasfemado contra los astros en una impúdica y cismática relación con este demonio bastardo.
- Cuida tus palabras, Nocno – advirtió el Dragón -, Dorák es mi hijo.
- Protector – dijo Uilo avanzando con ademán respetuoso hacia el rey -, debo estar de acuerdo con Nocno. Ha ocurrido una transgresión muy grave y estos jóvenes son responsables de ello – hizo una muy breve pausa para señalar a Dorák con un gesto de la mano y saludar a Íria con una inclinación de la cabeza -. Necesitamos que la situación sea aclarada y que la Bendita Íria retome su deber para con la Orden del Sol Rojo.
- No he faltado a mi deber – espetó Íria.
- ¿Cómo es eso, traidora? – contestó Nocno – Huiste ante los ojos de todos, abatiste a los sacerdotes que intentaron llamarte a conciencia. Renunciaste al sagrado matrimonio con el futuro Dragón y blasfemaste sobre la Marca del Heraldo…
- ¡No he blasfemado, Dorák posee la Marca del Heraldo y…!
- ¡Para de mentir, traidora! – le interrumpió histérico el sacerdote.
Dorák se giró hacia él y por un instante creyó que no podría contenerse. El pulso de humo negro en su interior se revolvió impaciente. Sakta fue el primero en sentir la aterradora caricia de la magia demoníaca.
- ¡Señor! – exclamó el viejo al tiempo que le agarraba un brazo en un intento instintivo por contenerlo.
Dorák encontró la paciencia necesaria para dominar sus emociones en la temerosa expresión de Sakta, pero no se amedrentó ante el evidente desliz. Examinó el patio un instante, los sacerdotes murmuraban rezos, los dignatarios de la corte habían retrocedido, en todas partes había miradas de miedo, asco y asombro censurando su arrebato. El Dragón, que contemplaba todo en silencio, fruncía el ceño con desaprobación, Dorák ignoró la punzada de vergüenza que el reproche de su padre le provocaba.
- No volverás a llamar traidora a la Bendita Íria – se limitó a advertir.
Su mirada estaba clavada en Nocno, pero las palabras no eran solo para él. Hubo silencio durante algún tiempo.
- Explícanos una vez más, Santa - dijo al fin el rey Ivak -. ¿Qué has visto en el cielo? ¿Por qué insistes en que Dorák será marcado?
Íria avanzó hacia el Dragón y se detuvo entre él y los presentes. La Marca de la Sacerdotisa aún brillaba sobre su cabeza, la había mantenido visible a propósito.
- Dragón, hermanos rojos, dignatarios de la eminente corte de Kew’Om – saludó con cortesía y expresión serena, como si acabara de llegar y en aquel patio no hubiese sucedido nada -. Han ocurrido más de un malentendido a raíz de mis acciones, ruego me disculpen por ello, es sabido que prefiero seguir las instrucciones de los dioses antes que las de los humanos. Esto a menudo me causa problemas – estudió los rostros aquellos grandes señores y señoras que le escuchaban, encontró recelo y disgusto en sus expresiones, pero casi todos miraban hacia la brillante Marca de la Sacerdotisa sobre su cabeza. Que la vean bien, pensó antes de continuar – Pero no he traicionado a la Orden, tampoco he cometido herejía. La prueba está ante ustedes, los Astros me amparan a pesar de mis actos impulsivos – Íria alzó una mano ante ella y la Marca de la Sacerdotisa descendió hasta su palma -. Dorák será marcado, lo supe hace quince años. Aunque ya comenzaba la faull, había palabras escritas en el cielo cuando nuestra caravana llegó a tierras fronterizas, un verso sobre el primer Heraldo de la Guerra. Deberán perdonar que no recuerde su contenido, era joven, ignorante y estaba fascinada con la última estrofa, que no tenía sentido para mí. La luz crea sombras, y la venganza toma formas insólitas.
Hubo un alboroto de exclamaciones sorprendidas y contenidas. Las miradas suspicaces saltaban entre Íria y Dorák, algunos se atrevían a mirar a Ivak. Venganza era el oscuro apellido de la madre de Dorák, de la mujer no se sabía nada salvo que había muerto poco después de que Ivak venciera a su hermano corrompido, Igor el Caído, pero fue el Dragón quien devolvió la luz al mundo y también trajo al vástago de los Venganza a La Montaña. Las palabras de Íria parecían un mal augurio. El Dragón cambió de postura incómodo e Íria continuó de inmediato.
- Estas palabras hablaban de Dorák. Esa faull, un grupo de demonios asaltó nuestra caravana, su número era impresionante, cubrían el horizonte como en enjambre inmundo. Pero no tuve miedo, porque los astros me dijeron que no era necesario. Las palabras cambiaron en el cielo y esta vez resultaron incluso más confusas que la última estrofa de aquel verso, las recuerdo bien: El que viene en la faull traerá la oscuridad para borrarla con su luz. Comprendí que algo ocurriría justo antes de que los demonios aparecieran, pero mantuve la calma y a punto estaban de llegar a nosotros cuando Dorák apareció e hizo estallar el enjambre de demonios con la luz de su fuego de dragón – Íria volvió a interrumpir su relato para agregar tensión al ya muy cargado ambiente -. ¿Quién viene en la faull, distinguidos? – nadie respondió a su pregunta, así que continuó – Es el Sol Azul quien viene. Tiempo después, el príncipe Dorák me confesó haber participado en un complot con los fronterizos, ellos atraerían a los demonios para que Dorák pudiera matarlos ante la Orden y las tropas del Dragón en la frontera. Querían hacer saber a todos que no necesitaban la protección de la futura Suprema Sacerdotisa. En todo caso, distinguidos, fue Dorák quien trajo a los demonios para borrarlos con su luz. Aquí comenzaron mis sospechas y desde entonces los dioses no han dejado de señalar a Dorák con sus palabras. Despierto en medio de la faull cuando Dorák pelea, reclamada por las palabras que los astros me imponen desde el firmamento. Más de una vez he visto versos sobre el Heraldo Azul en ellas.
Íria interrumpió su alegato y esperó en silencio, sabía cuáles argumentos emplearían en su contra. Inara, una mujer de mediana edad vestida con majestuosas túnicas rojas fue la primera en hablar. Avanzó para colocarse frente a Íria e hizo una profunda reverencia ante la Marca de la Sacerdotisa que brillaba sobre su palma. Hacía siete generaciones, una mujer de su familia había llevado aquel designio divino.
- Bendita Íria, quiero confiar en tus palabras, dado que los astros te amparan, pero, aunque estos vaticinios sean ciertos, no es seguro que la Marca del Heraldo recaiga sobre el príncipe Dorák. Los cielos están anunciando la llegada del Guerrero y es tiempo de que ocurra, nadie ha recibido su Marca en más de cien años. A pesar del impredecible carácter del Sagrado Faulo, pocas veces ha tardado tanto tiempo en marcar a su heredero. Pero Santa, puede ser cualquiera.
- Lo mismo debe decirse sobre el príncipe Jav, y esto no les impide pactar entre nosotros un matrimonio que los dioses no han aprobado – contraatacó Íria con la ventaja de quien ha tendido una emboscada.
- La Marca del Dragón respeta el linaje de su predecesor – intercedió Uilo.
- No siempre ha ocurrido de esta forma, distinguido – contestó Íria – De ser así, vuestro abuelo habría heredado la Marca y hoy usted sería Dragón, pero no lo es.
Uilo no supo que responder y nadie se atrevió a contradecir el argumento de la Íria en presencia del rey Ivak.
- Creo, Santa, que puedo ayudarte a comprender la situación, dado que soy el hijo de un Dragón. – intervino con voz suave e indolente el príncipe Jav, que se detuvo ante Íria y realizó una elegante reverencia para intentar sostener su mano. Íria la apartó antes de que pudiera tocarla y al ver el ceño fruncido de Dorák no pudo evitar pensar que Jav perdería esa mano algún ro – La Marca del Dragón, tal como dices, no siempre se transmite por vínculos de sangre – continuó el príncipe sin mostrarse avergonzado -. El principal requisito ante los ojos de los astros es la comprensión. Los dioses marcarán a quien posea el linaje suficiente y la mayor comprensión sobre la interpretación del Dragón.
- El príncipe Jav, tiene razón – agregó Uilo – y no hay entre los jóvenes dragones quien pueda igualarlo en comprensión, Santa.
- Es por esta razón que hemos pactado con seguridad vuestro matrimonio, Bendita Íria – acotó Inara -. La Orden y la corte están de acuerdo en esto.
El murmullo aprobatorio de los sacerdotes y nobles representantes de la corte fue destrozado por la réplica de Íria.
- Una conclusión estúpida y sesgada – sentenció la joven y continuó de inmediato ante el repentino sobresalto de los demás -. Si es como ustedes afirman, entonces Dorák será marcado dos veces. ¿O es que alguien niega que la sangre del héroe, rey y Dragón Ivak corre por las venas del príncipe Dorák? – la pregunta fue más aguda que cualquier otra advertencia - ¿Acaso la comprensión del príncipe Jav sobre el pulso del Dragón supera a la del príncipe Dorák? Tengo mis dudas, pero con tantos importantes testigos aquí reunidos y el sagrado juicio del Dragón, podemos solucionarlas – agregó Íria y Uilo bajó la cabeza para que nadie viera la muda blasfemia que pasó por sus labios – Jav, te invito a demostrar que tu comprensión es superior a la de Dorák.
El príncipe Jav retrocedió dos pasos hacia los nobles de forma involuntaria, y estos retrocedieron a su vez. Jav supo que había caído en la trampa de Íria y no se le ocurría una manera para escapar de sus garras con dignidad. En un intento desesperado, reunió toda la confianza que pudo y se giró hacia Dorák. La leve, pero triunfal sonrisa del bastardo derrumbó el resto de sus esperanzas.
- Nada de esto es necesario – declaró el rey Ivak y su voz disipó de golpe la tensión que había logrado reunir Íria.
Jav se apresuró a pararse junto a su padre, pero no habló, nadie dijo nada hasta que el Dragón decidió continuar.
- Dorák – dijo dirigiéndose a su hijo mayor -. Este curso de acontecimientos no es propio de ti, explícame cuáles eran tus intenciones antes de que la Bendita Íria abandonase la Ciudad Roja.
El príncipe Dorák se inclinó ante su padre y dirigió una mirada cargada de significados a Íria, la Santa se mostró contrariada como una niña a la que acabaran de regañar, pero nadie notó el fugaz gesto, estaban atentos a lo que fuese a decir él.
- Padre, la Bendita Íria ha logrado convencerme luego de muchos años. Creo en sus palabras y en su divina encomienda; la Marca del Heraldo caerá sobre mí – anunció Dorák arrancando parloteos descontentos en el patio -. En mi interior, allí donde los antagonistas pulsos de mi linaje coinciden, ha aguardado siempre un tercer resplandor, es elusivo y no alcanzo a comprenderlo, pero su poder es comparable a mis otros pulsos y crece a medida que avanzo en mis intentos por interpretarlo.
El Dragón escuchó con mucha atención aquella revelación.
- Nunca me hablaste de este tercer pulso – reclamó el rey.
Íria se colocó junto a Dorák y respondió al Dragón.
- Los dioses no lo deseaban.
- ¿Y lo desean ahora? – inquirió Ivak.
- No, Protector – dijo Íria inclinando la cabeza hacia abajo por la vergüenza –. Mis acciones nos han obligado a revelarlo.
Ivak pareció satisfecho antes de volver a dirigirse a Dorák.
- Continúa.
- Pretendíamos confirmar las visiones de Íria Bendita por medio del mismo ritual que reveló con antelación el hado que recae sobre ella. Hemos investigado durante mucho tiempo y sabemos que es posible realizar esta interpretación con la Marca del Heraldo.
- Solo el Supremo Sacerdote puede realizar esa interpretación – mencionó Ivak -. ¿Cuentas con su apoyo?
- He recibido su confirmación, padre. El Sabio Ylión viene en camino hacia La Montaña.
- El Santo Ylión lleva casi una década peregrinando por los confines de Kew’Om, no responde a los llamados de la Orden, es imposible que prefiera comunicarse contigo en lugar de sus hermanos- interrumpió Nocno airado.
- No miento, padre – se limitó a contestar Dorák.
- ¿Cómo se comunicaron? – preguntó el Dragón.
- Tenía un arrú amaestrado, el Santo Ylión me entregó el ave cuando visité la Ciudad Roja por primera vez. Según él, llegaría el momento en el que necesitaría demostrar que era Dragón y no Demonio, me prometió su juicio imparcial y dio a entender que el arrú amaestrado podría llevarle mis mensajes.
En el patio estallaron burlas y carcajadas, pero Ivak reclamó silencio con la mirada.
- Protector, si alguien puede amaestrar un arrú yo tengo un coro de Us en mis aposentos – dijo Uilo.
El Dragón analizó la expresión de su hijo y comprendió que no mentía, pero no hizo falta que dijese nada.
- No miente – declaró la voz de una mujer anciana.
Acto seguido la Marca que Íria sostenía en la mano resplandeció con intensidad y de su interior brotó la dueña de aquellas palabras.
Salvo el Dragón, todos los presentes se apresuraron a inclinarse ante la dama vestida con ropas muy similares a las de Íria. Era una mujer entrada en años, pero esbelta y enérgica, su cabello era un largo manto de cenizas en el que aún saltaban algunas chispas rojas. La Marca de la Sacerdotisa destellaba sobre su cabeza. Íria se apresuró a retirar la suya.
- Madre Suprema – pudo decir mientras se arrodillaba ante la Suprema Sacerdotisa.
Dorák también se arrodilló, pero tuvo la prudencia de no acercarse a la Santa. Ella le dedicó una mirada oscura y desganada antes de inspeccionar a los presentes.
- Nocno, regresa a la Ciudad Roja – ordenó la Suprema.
El sacerdote demacrado se mostró ofendido, pero obedeció de inmediato. Con él se fueron el resto de sacerdotes.
- Dragón, necesitamos aclarar esto – comentó acercándose a Ivak.
- Suprema Zalya, ese era nuestro propósito antes de que nos bendijera con su presencia… - comenzó a decir Uilo antes de que la Suprema le diera la espalda.
- Ustedes también deben irse, este asunto ha ido más allá de lo que puede manejar la corte – informó Zalya -. Compete a las Marcas dirimirlo.
- ¿Ylión viene hacia aquí? – preguntó el Dragón a la Suprema Sacerdotisa.
- Llegará siguiendo al Ro.
Continuará…
Esos hermanos van a terminar enfrentándose, lo veo venir.
Espero el próximo capítulo.
Como que se acabo. Pon el otro capitulo corre.