Dorák también se arrodilló, pero tuvo la prudencia de no acercarse a la Santa. Ella le dedicó una mirada oscura y desganada antes de inspeccionar a los presentes.
- Nocno, regresa a la Ciudad Roja – ordenó la Suprema.
El sacerdote demacrado se mostró ofendido, pero obedeció de inmediato. Con él se fueron el resto de sacerdotes.
- Dragón, necesitamos aclarar esto – comentó acercándose a Ivak.
- Suprema Zalya, ese era nuestro propósito antes de que nos bendijera con su presencia… - comenzó a decir Uilo antes de que la Suprema le diera la espalda.
- Ustedes también deben irse, este asunto ha ido más allá de lo que puede manejar la corte – informó Zalya -. Compete a las Marcas dirimirlo.
- ¿Ylión viene hacia aquí? – preguntó el Dragón a la Suprema Sacerdotisa.
- Llegará siguiendo al Ro.
Ivak hizo un gesto con la cabeza hacia el marco vacío y del interior salió un soldado de la guardia imperial.
- Manda a preparar Visión, la Suprema Sacerdotisa nos acompañará esta faull – le ordenó y el hombre volvió a desaparecer por el agujero – Dignatarios, retírense por hoy. Los convocaremos en cuanto el Sabio Ylión llegue a La Montaña.
Los miembros de la corte eran reacios a abandonar el patio, pero no podían contradecir el criterio de las Marcas. Prefirieron retirarse para planificar su próximo movimiento. Jav se fue con ellos. Dorák e Íria permanecían arrodillados.
- Ustedes también se irán – dijo la Suprema Zalya dirigiéndose a ellos.
- Si, Madre Suprema – contestó Íria y se apresuró a alcanzar a Dorák, que ya avanzaba hacia la salida con Sakta.
- Íria – llamó la Suprema logrando que Dorák y Sakta también se voltearan.
Pero la anciana se limitó a mirar a la Santa sin decir palabra. La joven suspiró, saludó con una inclinación hacia la Suprema y otra hacia el Dragón, luego se apartó de Dorák y cruzó el patio para salir por el lado opuesto al marco vacío. El príncipe y su viejo guardián se marcharon en silencio.
- ¿Crees que será marcado? – preguntó Zalya al Dragón cuando estuvieron solos.
- No puedo saberlo, pero su comprensión es similar a la mía cuando tenía su edad.
- No hablo de la Marca del Dragón, me refiero al Heraldo. ¿Crees que será marcado?
- ¿Qué diferencia hace? Si una Marca cae sobre Dorák Íria anulará ese matrimonio que tanto te esforzaste en pactar.
- Estuviste de acuerdo con el matrimonio, Ivak. No necesitas tu máscara de héroe y padre imparcial frente a mí – señaló la Suprema impaciente -. Sabes que Dorák no debería estar entre nosotros. ¡Es un demonio!
- Es mi hijo – gruñó el Dragón.
Las Marcas sostuvieron un duelo de miradas desafiantes antes de que la Suprema Sacerdotisa prefiriera dejar el tema.
- ¿Crees que será marcado? – volvió a preguntar.
- ¿Por qué te preocupa que sea marcado por el Heraldo?
- Porque significaría que él no está descansando – dijo Zalya arrastrando las palabras en voz baja, como si se arrepintiera de decir aquello.
Ivak se estremeció y le dio la espalda. Exhaló una profunda bocanada de aire y volvió a encarar a la Suprema, las pupilas verticales le brillaban con un tono plateado.
- Maté a Igor – siseó el rey – Le arranqué el corazón a mi hermano para devolver el equilibrio a Kew’Om.
- Y yo puse una túnica sobre el pecho vacío de mi esposo – protestó la Suprema acercándose al rey – Si, Dragón, sé que lo mataste y te lo agradezco, pero… siento que hay algo más.
- ¿Por qué les cuesta tanto trabajo creer que ha terminado? – interrogó Ivak sin poder esconder su frustración - ¿Qué busca Ylión en la frontera?
Zalya no contestó. Recorrió el patio con la vista y contempló los estragos que el enfrentamiento entre Dorák y los sacerdotes había ocasionado. Podía reconocer los restos de interpretación que aun vibraban sobre la realidad cercana, la magia de la Orden no tenía secretos para ella, pero las quemaduras que el fuego blanco había dejado sobre el suelo eran un enigma. ¿Aquello era fuego de dragón o algo similar?
- Nocno atacó a Dorák – mencionó Zalya.
- Lo intentó – concedió el rey de mala gana, no era eso lo que quería discutir.
- Íria detuvo la pelea – comentó la Suprema – Está más decidida de lo que pensaba.
- Suprema, habla de una vez. ¿Qué tiene que ver la Marca del Heraldo con Igor?
Zalya sostuvo la mirada del Dragón, aquellos no eran los ojos de un guardián. ¿Qué ocultas, Ivak?, pensó.
- ¿Sabes cómo encontré a Íria? – dijo la Suprema y no esperó respuesta – Mi sobrina siempre tuvo aptitudes para la interpretación del Sol Rojo. De niña era aún más tormentosa que ahora. Era un infierno de niña, siempre corriendo, trepando, sucia de fango y sudor… A menudo encontraba plumas en su ropa, se escapa a las montañas de Skol y entraba en las cuevas de los arrús. Todavía hoy no sé por qué le gustan tanto esas criaturas.
La anciana había comenzado a dar cortos paseos de un lado a otro frente al Dragón.
- Estuve a punto de renunciar a su educación a pesar del talento que demostraba, pero un ro, mientras le regañaba por alguna travesura, señaló al cielo y preguntó: ¿Qué hay allí? Siento que alguien me llama desde esa nube -. Había palabras sagradas bajo la nube, claro. Ylión realizó el ritual enseguida y descubrimos que tenía una heredera – Zalya se detuvo, podía notar la impaciencia de Ivak por la forma en que retorcía las manos tras la espalda. Era un gesto que Igor también había adoptado antes de caer – La luz crea sombras y la venganza toma formas insólitas – repitió y la expresión sombría del rey le hizo comprender que Íria había hablado sobre su primer encuentro con Dorák – Estas eran las palabras que llamaban a la joven Íria aquella vez. Son parte de un antiguo verso que habla sobre las cualidades de Faulo como estratega militar. Íria volvió a ver esta frase muchas veces y siempre las asoció con Dorák, ella cree que anuncian su Marca como Heraldo de la Guerra y temo que tenga razón. Pero Íria no fue la primera en ver este designio – El Dragón se tensó ante aquel comentario – Yo lo vi mucho antes, cuando mi esposo aún era rey y Dragón.
- Suprema… - dijo Ivak, pero abandonó la frase.
Zalya la terminó por él.
- Creo, Protector, que la muerte de Igor no acabó con su sombra. Temo que la desgracia podría repetirse si Dorák recibe una Marca. Tiene demasiado poder, Dragón, si hereda la fuerza de Faulo podría convertirse en una amenaza aun peor que Igor.
- ¿Esta es tu razón para oponerte a su relación con Íria?
Zalya retomó sus paseos.
- Mi tiempo se termina y el de Íria se acerca. La Marca de la Sacerdotisa puede hacer algo más que profetizar, Ivak. La voluntad de los dioses no es sorda a nuestros rezos. Si la Marca del Heraldo cae sobre Dorák será porque Íria así lo ha deseado durante años o, al menos, ha incentivado con sus expectativas el pulso del Sol Azul que anida en Dorák.
- ¿Sabías que lo tenía? – preguntó el Dragón sorprendido.
Zalya dudó antes de contestar.
- Sospechaba algo, veo que he tardado demasiado en llegar hasta aquí hoy.
- Si tiene el pulso del Sol Azul e Íria profetisa su Marca con aquella frase endemoniada, entonces está marcado – protestó el Dragón.
- No es seguro, Ylión debe confirmarlo. Pero si no está marcado todavía, Dragón, y rezo a los astros para que así sea, debes impedir que contraiga matrimonio con Íria. Esa alianza podría ser todo lo que necesita para convertirse en el favorito de los dioses. Si Dorák es marcado…
- Si ya está marcado entonces no tiene sentido hablarlo - le interrumpió el rey -. Ylión tendrá la última palabra en esto.
- Ylión no comprende el peligro que representa Dorák – se quejó la Suprema bajando la voz.
Ivak se mostró confundido ante este comentario.
- Pensé que las Marcas de la Orden estaban de acuerdo…
- No en esto.
Se observaron por un instante en el que ambos intentaron comprender las ideas del otro sin revelar demasiado. Podrían tener una sospecha en común, pero el resto de dudas los enfrentaba.
- Ya acepté tu matrimonio una vez, si Dorák no está marcado lo aceptaré de nuevo – se comprometió el Dragón.
Zalya asintió conforme y avanzó a hacia una de las salidas del patio. Varias sacerdotisas se apresuraron a recibirla al ver que había terminado su encuentro con el Dragón.
- Suprema – llamó el Dragón – Dorák es mi hijo.
La Suprema Sacerdotisa supo captar más de una indirecta en aquella advertencia. Se giró hacia una de las sacerdotisas y le dio una orden en voz alta para que el rey escuchase.
- Que Nocno permanezca en la Ciudad Roja hasta mi regreso.
- Si señora.
Ivak, héroe, Dragón y rey, se marchó poco después con el semblante oscurecido por las preocupaciones. Estaba furioso, hacía décadas que lo estaba. Se detuvo un instante antes de cruzar el marco vacío, había una pequeña flor blanca ardiendo bajo una llamita carmesí, el ataque de los sacerdotes la había incendiado. El rey apagó el fuego con la punta de sus dedos y sintió placer al ver morir el resplandor rojo entre sus manos. Luego abandonó el patio en silencio.
Continuará…
Creo que entre la Sacerdotisa y el Dragón hay más de lo nos cuentas aquí. Se va enredando la trama. Que bien.
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