¡Hoy es uno de esos días en los que quiero montar al planeta en un súper cohete y lanzarlo a flotar al universo…!
Como si no fuese eso lo que está haciendo ahora mismo. La cosa es hacer algo grandilocuente y devastador que se lleve con el acto las burbujitas de ira que me chisporrotean dentro, pero sin provocar daños a terceros.
En fin, te cuento.
Este domingo quería traer un relato Al Archivo, así que me puse desde temprano en la semana a escribir alguno. Todo correcto hasta aquí, lo que pasa es, que a mi brillante sector del cerebro que hace las estrategias para conquistar el mundo y se pone a lanzar carcajadas malvadas en lo profundo de mi subconsciente — carcajadas tipo villano de muñequitos animados —, se le ocurrió que ese cuento y los siguientes durante un tiempo, deberían ocurrir en uno de los mundos que ya he presentado en El Archivo. El resto de los pedazos de cabeza que culminan mi conciencia encontró la propuesta aceptable y lógica. Claro, tiene todo el sentido que si ya estoy construyendo un entramado de mundos conectados al conflicto de la Faull’Ralso — calma, ya sé que tu no sabes lo que es la Faull’Ralso. O sí, ahora me cae la duda de si he dejado alguna pista concluyente en algún lado… — los cuentos que publique por aquí también estén vinculados a ese tema central, de alguna forma.
Lo que pasa es, que los Valar escucharon las palabras de Melkor; hombres, elfos y enanos escucharon a Sauron; Dumbledore escuchó a Grindelwald y al joven Tom; Dalinar escuchó a Gavilar… Moraleja, no escuches al pequeño señor oscuro, aunque esté dentro de tu cabeza.
Empecé a escribir TRES cuentos, el primero iba bien, hasta que me di cuenta de que no había una historia ahí en realidad, solo un personaje secundario de «La Sutileza del Anhelo» en una situación incómoda. El segundo lo descarté casi de inmediato al darme cuenta de que estaba repitiendo el mismo error. El tercero iba mejor, tuve más cuidado de poner una historia detrás de los huesos del Ensombrecido, PERO, con el tic tac, del reloj marcándome el ritmo para llegar a la fecha de entrega, terminé más nervioso que el Capitán Garfio ante el sonido de un artilugio similar. Bueno, más preciso sería decir «ante las implicaciones de un sonido similar». Una fecha límite para la creatividad puede funcionar a veces, pero otras es una sentencia de muerte, como el cocodrilo gigante que se tragó el despertador y la mano del Capitán Garfio.
En resumen, este tercer cuento tiene un montón de errores y le falta un final. Pensé, bueno, tiene errores, pero no son tampoco la gran catástrofe; un párrafo mejorable por aquí, una escena a cambiar de lugar por allá, este comentario de aquí deja un cabo suelto… «Sí», me dije anoche: «Esto lo arreglo yo mañana con la cabeza fresca. Que no cunda el pánico, habemus cuento».
Terminó la noche, llegó la mañana, sonó la alarma de mi despertador y el cocodrilo me tragó de un mordisco…
Oportuna metáfora, por eso de que mi país se identifique con un caimán, por la forma de la isla. A las 5 am me despertó la alarma y en lo que me estiraba quitaron la luz. Cuatro horas de apagón planificado y en ellas murió mi «frescura» para arreglar este tercer cuento.
De verdad que no quiero quejarme —esto no cuenta como queja, es un ejercicio narrativo en el que cual intento mantener tu atención mientras entrelazo dos acontecimientos separados, una metáfora a expensas de Disney y cumplo con mi deber de enviarte un correo los domingos —, ¡pero hay veces que…!
Bueno. Así están las cosas. Entonces, como tengo Ningún cuento para ti hoy, te traigo 3 no-cuentos. Te los presento ahora y ya me dirás: «Selvar me gustaría más este o aquel», entonces yo terminaré de escribir ese cuento y te lo traeré el próximo domingo.
(Lo más probable es que termine escribiendo los tres, porque mi cabeza no ha podido dejar las cosas estar, y si ahora mismo no se escuchan risas malvadas en el interior de mi cráneo es porque el pequeño señor oscuro sigue dándole vueltas a sus creaciones, para luego ponérmelas delante y decir: «Oye, tienes este cuento pendiente». A lo cual yo responderé: «¡Imposible que yo, Selvar Sunfo el escribecuentos, tenga algún cuento pendiente. Ese lo descartamos porque tenía una falla en…», «¿Cuál falla? — dirá — Si esto es redondo mira, aquí lo que hay que hacer con este personaje es…» Y yo caeré, claro que caeré, pero ya tendremos noticias de eso más tarde)
El inicio de cada cuento, dime cuál te interesa leer el próximo domingo.
Hay una encuesta al final, pero igual puedes dejar un comentario aquí, enviarme un mensaje directo o un correo a: selvarsunfo@gmail.com, para hacerme saber qué cuento quieres que publique el domingo.
«El fracaso de La Hilandera»
Larki estaba desnuda y encadenada sobre la silla de tortura.
Aterida de frio y vergüenza. La Mano Izquierda del Gran Vindicador era una adolescente tímida a pesar de todo. Pudorosa como la dama que debería haber sido antes de que El Resplandor la destrozara. Miró una vez más a su alrededor para evitar ver su cuerpo desnudo. Una habitación sencilla, casi demasiado pequeña para las mesas de hierro y madera cubiertas de óxido. Al menos habían sacudido el polvo de la aparatosa silla de tortura… y, gracias a K’Vasi, no habían demostrado interés en utilizarla. A la luz gris de la lámpara alquímica de estaño, la menuda muchacha comprendió que la habían sentado allí para poder cargarla con la mayor cantidad de cadenas posibles. La sala de tortura del Alto Sacerdote Ishanil estaba en desuso. Larki esperaba no dar motivos para reactivarla.
Me temen, comprendió. Y los hombres de Ishanil tenían buenos motivos para hacerlo, necesitaron a veinte alquimistas para acorralarla, y un Templo de magia negra para reducirla. Aun así, La Hilandera había hecho rodar once cabezas antes de ser derrotada.
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No-historia #87
Muse creyó enfrentarse a la muerte sola, así que afilo su voluntad para arrastrar con ella a todos los secuaces que pudiera, pero la puerta estalló y la Hilandera irrumpió en el pasillo como una bestia con miles de tentáculos. En un instante, allí donde sus hilos rozaron piel rodó una cabeza.
«Tenía un plan y un encargo»
Si te persigue un Carroñero corres. Corres y rezas, si llevas alguna ventaja. Si lo tienes encima corres y maldices hasta el Anhelo de K’Vasi. Y como yo lo traía pegado a la nuca, huía y limpiaba la mierda del mundo con cada nombre sagrado que me caía en la lengua. ¿Alguna vez te has topado con un Carroñero, Ojo? Sí, claro que lo has hecho, ustedes, trotamundos…
Bueno, entonces sabes a lo que me refiero. Bestias sólidas, marrones por lo general, tres metros de largo, casi dos de alto, con cuerpos de cerdo salvaje y cabeza de carnívoro. Orejas puntiagudas de las que salen penachos de pelo multicolor en los machos… Dientes, muchos dientes… ya sabes; el infierno mismo.
En situaciones desesperadas como esas, la mente de una persona se hace ligera y, con suerte, encuentra alguna estratagema para salvar el pellejo, sobre todo si tiene experiencia en eso de estar a punto de ser separada del cuerpo. ¿Qué te diré, Ojo? El contrabando es un oficio emocionante. El asunto es que huía y me cagaba en K’Vasi, pero tenía un plan.
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«El Ensombrecido de Azul»
Queda algo de mí luego de la tortura. No lo hubiese esperado nunca.
Yo, un ensombrecido, a quien la oscuridad de la Torre Oñak desmembró y recompuso en la forma de una bestia, ahora sostengo la cuerda y canto para que esta pequeña salte y ría. Así lo hacía para mi niña, antes de que la mataran otros como yo.
La mía tenía el pelo rubio, no negro, pero son los mismos ojos. Y esos cachetes redondos e inflados… como una ardilla con la boca llena de nueces. O risas, para esta niña y para la mía son risas. Tendrá unos pocos años más que mi hija antes de que la perdiera. ¿Nueve años? Puede que sean diez, no importa, de todas formas, Uslu’Be es mucho más madura que otras niñas, puede que tenga menos de lo que aparenta. ¿Y qué secretos puede guardar esta pequeña? ¿Qué secretos caben en una vida que aún es apenas un parpadeo? La prematura madurez no le impide reír, por lo visto. ¡Benditas sean esas carcajadas que me trajeron de vuelta!
Estamos un poco apartados de la caravana y el azul ya es demasiado oscuro. Se arremolina por todas partes. Es como vivir bajo el agua, si el agua fuese intangible. No tengo tiempo para jugar a la cuerda, pero qué difícil es separarme otra vez de mi… separarme de Uslu’Be, debo recordar la diferencia. Es complicado, por cierto; cuando no pienso en esta niña mi mente se reduce otra vez al hambre de una bestia. Debo tener mucho cuidado de no dejarme llevar por las otras ideas, las que, acurrucadas en los confines de mi conciencia, susurran horror, culpa, fracaso, libertad y salvajismo. Puede que por eso el perro no me quite los ojos de encima. No es cualquier perro, te advierto. Hay una llama en esos ojos redondos. Un paso en falso y este cachorro marrón encontrará la forma de arrancarme el cuello de un mordisco. No tiene de qué preocuparse en realidad, yo haría lo mismo para proteger a mi…
Llegué tarde a la encuesta pero iba a votar por Tenía un plan y un encargo. Me pareció interesante y divertida.
De más está decir que te comprendo con lo del "apagón oportuno" en el peor momento posible.
Es lo que hay.