Aguantó 9 días
Uslu’Be, más que correr, caía colina abajo con el corazón aporreándole el pecho desde dentro. La Niña Estrella había cometido una injusticia imperdonable...
Kuó’K, el Final de la Lealtad.
Uslu’Be, más que correr, caía colina abajo con el corazón aporreándole el pecho desde dentro. La Niña Estrella había cometido una injusticia imperdonable, quizás por eso no le importaba que las ramas bajas de los árboles le arañaran los brazos, ni que el vestido azul se hiciera girones entre los arbustos espinosos. Tampoco le importaba que su injusticia hubiese salvado la ciudad de Sinandart. Ella solo podía pensar en que Kuó’K seguía luchando, nueve días después Kuó’K resistía solo…
- ¡Ay, pequeño! – se lamentó al saltar sobre una roca - ¡Ya voy, ya llego…!
Detrás de ella se escuchaban gritos. Sus amigos la llamaban, querían que esperara por ellos, pero Uslu’Be corría más rápido cada vez que escuchaba un grito, porque le recordaban su error. Había bastado un momento de debilidad para abusar de la lealtad de Kuó’K. No podía perdonárselo.
- ¡Niña Estrella! – llamaron a poca distancia de ella.
Uslu’Be apretó el paso y empujó con fuerza su poder para ver más allá de lo aparente. Sus amigos tendrían que esquivar agujeros, rocas, ramas y desniveles, ella ahora fluía hacia abajo. Caía con los pies en tierra firme, de salto en salto hacia la base de la empinada colina. Ellos no entendían, creían que Kuó’K se había limitado a merodear por los alrededores, que estaría cerca, esperando su regreso. A fin de cuentas, la criatura siempre esperaba por ella. Ojalá así fuera, pero Uslu’Be entendía lo que había hecho, lo que le había pedido. Los demás no sabían que Kuó’K, el perro, era el condenado Final de la Lealtad.
La tierra tembló a lo lejos, como habían dicho la gente de Sinandart que ocurría desde que sus amigos huyeran con ella inconsciente y mal herida. Nueve días atrás, su grupo se vio obligado a retirarse para salvar la vida de Uslu’Be y a buscar ayuda, pero eso significaba dejar Sinandart sola y expuesta ante la horda de Anteriores. El recuerdo atenazaba su mente como una pesadilla insistente; ella tendida en el suelo mientras Inotir abría el portal entre mundos. se llevarían a todos los que pudieran, pero Uslu’Be sabía que el mago no podría cargar con una ciudad entera, muchos quedarían para morir. Ella sangraba por un corte en la cabeza y una flecha negra le atravesaba la pierna izquierda, Kuó’K tenía tres heridas por cada una de las suyas, y la miraba a los ojos, atento. El Final de la Lealtad esperaba una orden, él tampoco estaba dispuesto a marcharse sin más.
«Protege a esta gente», había dicho la Niña Estrella antes de desmayarse, y las palabras ahora amenazaban con tragársela viva. Llegó a la base de la colina y corrió al frente sin detenerse ni un segundo. El bosque desapareció en dos pasos y la tierra se desplomó en un agujero humeante excavado con violencia. Contuvo el aliento, eso no estaba allí nueve días atrás. Ella y su grupo habían evitado que los anteriores invocaran al Final de la Malicia, aquel terror tardaría mucho tiempo en poder entrar en aquel plano, pero sus ejércitos sí eran capaces de invadirlo.
- Nueve días… - murmuró Uslu’Be mientras saltaba al vacío acariciando el viento con todo su poder.
Planeó en descenso y miró hacia atrás para ver a Inotir convocando una ráfaga de color para volar tras ella. Habían regresado en cuanto despertó, y no fueron pocas las entidades que decidieron acudir en ayuda de Sinandart cuando la Niña Estrella pidió ayuda ante el panteón. Uslu’Be no era más poderosa que la Acarreadora de Verdad, o que aquel extraño alquimista que venía tras ella. Y por supuesto, no era más que una chiquilla ante el siniestro Dorák, que permanecía en la retaguardia; aún sin verlo, ella sentía su poder atenazando cada palmo del bosque en torno a él. No, si estaba en lo cierto, no sería ella quien rescatara a Kuó’K de los Anteriores. Lo sabía, pero…
- ¡Uslu’Be! – Inotir la había alcanzado al fin.
El joven mago volaba sobre una lámina redonda de colores brillantes.
- ¡Tienes que calmarte! – gritó él para hacerse escuchar sobre el estruendo del viento - ¡Kuó’K debe estar cerca! ¿Por qué crees que está peleando solo contra los Anteriores?
La tierra tembló con más fuerza y desde lejos, disminuidos hasta ser apenas un murmullo, llegaron los inconfundibles alaridos de un campo de batalla.
- ¿Quién lucha si no es él? – restalló Uslu’Be histérica y saltó sobre la lámina de colores, llegarían antes a la velocidad del mago - ¿Quién ha impedido que la horda llegue a Sinandart si no es él?
- ¡Eran… miles, Uslu’Be! – protestó Inotir – ¡Y han pasado nueve días!
- ¡Le pedí que los protegiera, Inotir! ¡Es culpa mía, no pensé qué…!
El mago volaba a toda velocidad y cuando la tierra volvió a temblar, los alaridos, ahora potenciados por la cercanía, le helaron la sangre a la Niña Estrella. Debajo de ellos, lo que antes era bosque se había convertido en un caos de fuego, cráteres y colosales marcas de garras hendiendo la tierra desnuda y chamuscada.
Entonces escucharon el primer ladrido. La tierra tembló después, una montaña se desplomó a lo lejos. Inotir palideció y empujó sobre su lámina de color con todas las fuerzas de su poder. El resto de sus amigos, que volaban sobre el alquimista transformado en una colosal ave sin plumas, instó al hombre a apresurarse. Entre las heridas del terreno comenzaron a aparecer cadáveres negros y deformes de Anteriores. Primero unos pocos, luego grupos, después colinas de cadáveres de todos los tamaños y formas…
Kuó’K ladró otra vez y el mundo se sacudió de tal forma que Uslu’Be sintió como el espacio vibraba a su alrededor y le hacía castañear los dientes por el frenético estremecimiento. De improviso la tierra se alzó a unos cien metros de ellos y se transformó en una ola de escombros que huía de un perro tan alto como un caballo hasta caer sobre los restos de un ejército muy menguado, pero aun así decidido a darle muerte al Final de la Lealtad.
- ¡Kuó’K! – gritó la Niña Estrella y arrojó todo su poder sobre él para impedir que una andanada de flechas negras pudiera encontrar el camino hacia su cuerpo.
El perro marrón de pelo revuelto y resplandor broncíneo en algunas partes del lomo alzó la cabeza hacia ella y sus ojos transmitieron calma, justicia y determinación. Tenía el cuerpo ensartado por decenas de flechas, una de sus orejas había sido mutilada, desde su costado izquierdo asomaba el mango de una espada negra y una de sus patas traseras estaba rasgada por la huella sangrante de una garra.
- Nueve días… - murmuró Inotir mientras aterrizaba y corría con la Niña estrella para socorrer a Kuó’K.
El Final de la Lealtad mantuvo lejos de Sinandart a una horda de Anteriores durante nueve días, porque la Niña Estrella había cometido el error de exigirle tal sacrificio.
Este es un ventanazo al interior del Archivo, como algunos otros con los que te habrás tropezado antes. No es la primera vez que menciono al Final de la Lealtad, pero esta es la aproximación más cercana que hemos tenido hasta ahora.
Enlaces:
Mira, como el protagonista de esta historia es un perro, te traigo un video sobre perros mitológicos, yo soy muy fan de ellos:
¿Y al más grandioso de los perros lo conoces?:
Y bueno, ayer me leí un relato protagonizado por un perro. El animalito me cayó bien, así que por aquí te dejo para que lo conozcas, creo que no muerde:
De el Archivo de Selvar
📜 ¿Qué tienen los perros y la muerte?
Dip, Cadejo, Cú Sídhe, Cerbero, Anubis, Garm, Fenrrir, Sköll, Hati, Huan… ¿Qué pasa con los perros, el infierno y la muerte?
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