En un furibundo luto… perenne
Edición especial con información sobre la historia más relevante del Archivo.
Hola, Selvar por aquí. Si este correo no se ve completo puedes leerlo online aquí: El Archivo de Selvar, es que está cargadito de cosas interesantes.
Hace mucho tiempo ya en un Archivo de Substack del cual casi nadie debe acordarse, se contaba la historia de un guerrero maldito, de los de mirada mustia y fuerza imparable, y su veleidosa compañera sagrada…
Los que llevan tiempo en El Archivo saben que estuve publicando una novela por capítulos titulada «Heraldo de la Guerra». No terminé de publicarla y prometí enviar la novela cuando estuviera terminada. No, aún no está lista, pero si quieres leerla:
Lo que tengo para ti hoy —— y que tenía pensado publicar como un relato el próximo domingo, pero me pican las manos y tengo unas horas libres, así que me adelanto y el domingo te contaré sobre otro proyecto que estoy preparando —— es el prólogo de esta historia. Muchas cosas han cambiando, incluso la línea temporal de la trama que algunos de ustedes leyeron, pero estoy muy satisfecho con la forma que tiene ahora la historia.
Algunos datos importantes.
Esto ocurre (como todos los prólogos… a veces me paso con estas notas aclaratorias…) antes de la historia principal, justo 13 convergencias antes.
Convergencias = Años.
Ocurre en Kew’Om, donde no hay días ni noches, sino «Ro» y «Faull» y dos soles, uno rojo durante el Ro, cuando el cielo es de color blanco y otro azul celeste cuando el cielo es negro.
Agradezco la mortaja de quejumbrosas emociones que arropan mis dominios en un furibundo luto… perenne. Así, adormecidos por el dolor de nuestras víctimas y las de ellos, el sagrado coro de Us canta la pena de todos, como las benditas plañideras de este averno que han hecho de mi mundo aquellos que debían protegerlo junto a su Dragón. Junto a mí. Los espectrales Us, apelmazados sobre mi ciudadela, dan forma a un segundo cielo; convicto entre las murallas de piedra luminiscente. A tanta altura no pueden distinguirse sus formas de bocas, solo el velo de sus existencias etéreas, y el canto… como un millón de sollozos que, imbricados en una melodía triste, retumban sobre mi como una exigencia. Bendito canto, benditos Us, miren el dolor de Kew’Om y la traición de sus Marcas, vean nuestra lucha y lo que hemos sacrificado. Den vuelta a cada alma de esta tierra en su voz sagrada si es necesario para exponer todo el perjurio de sus protectores, pero no me miren a mi… por favor, no canten la debilidad que hoy llevo dentro.
La puerta se abre a mis espaldas, opacado por el canto el ronroneo de madera sobre roca. No me doy la vuelta. Quien quiera que sea espera. La ventana, un agujero abierto en la roca luminiscente, deja ver casi todo el lado derecho de la ciudadela, construida a toda prisa y apretada entre la antigua muralla abandonada. Es poco más que una montaña de escombros en la que mis legiones han horadado conductos y madrigueras, pero desde lo alto, los salientes de piedra reflectante; enhiestos, afilados y aleatorios, lucen feroces mientras devuelven la luz del Sol Azul hacia el cielo negro de la Faull, atravesando el falso techo de Us. Mi ciudadela de vengadores brilla bajo la luz de los dioses como la última cosa pura que hay en estas tierras traicionadas. O al menos eso creía.
Aparto la vista de la ventana y encaro al visitante. El demonio ha hincado una rodilla en la roca y espera. La piel gris de mi pueblo sacrificado ha dado lugar a cuernos negros en su frente. Cada vez la transformación es más profunda. Evito mirar hacia el espejo al final de la habitación, apenas iluminada por una azulada lámpara de cristal skol. El lujo de los muebles y la enorme cama contrastan contra las paredes de roca irregular, otra muestra de lo bajo que he caído. Un Dragón al que han robado La Montaña y su trono, ahora habita una caverna… ningún lujo puede ocultar ese hecho.
- ¿Ya? – pregunto.
- Si, Dragón. Son tres y una niña pequeña, no hemos logrado hacerlos hablar.
- Fe… - digo saboreando la palabra – una fe rota.
El demonio asiente y sonríe anticipando el destino de estos sacerdotes rojos, pero hay dolor en sus ojos; recuerda la traición y nuestros votos… y estoy seguro, sufre por las consecuencias de nuestro sacrificio. No debo huir yo de él. Miro hacia el espejo y veo mi forma. No caben en el cristal los tres metros de escamas negras apretujadas sobre un cuerpo de hombre. Solo el rostro, tocado por ocho cuernos negros que se curvan hacia afuera y luego hacia adentro — como una corona para el rey de los caídos —, permanece, en apariencia, humano. Una capa blanca oculta casi todo de mí hasta el cuello, salvo los brazos; oscuros y fuertes, como nuestro camino de venganza.
- Vamos – ordeno.
Salgo a la gruta interior y avanzo hacia el Sol Azul que se divisa a través del agujero al extremo opuesto. El demonio cierra la puerta de la habitación a mis espaldas y se apresura para alcanzarme. Camina un paso detrás de mí, visible, pero silencioso, sabe que odio ser interrumpido en mis cavilaciones. Y esta Faull son más importantes que nunca. No porque tengamos invitados que ajusticiar, ellos en realidad no saben que esta Faull es distinta. Intuyen, sin embargo, que algo ha cambiado. No son tontos, sienten que la guerra santa y punitiva está llegando a su fin, pero no esperan que vaya a ocurrir de esta manera. Nadie espera que… ni siquiera yo me creo capaz de sucumbir a una debilidad tan... súbita.
Dorák tiene ya siete convergencias, pero solo ahora veo con claridad lo que él es. Atravieso el agujero y desciendo por la escalera tallada en la pared. Apenas hay espacio para que el demonio y yo caminemos juntos, el retrocede más. Mientras desciendo hacia la Faull y la luz azul hechiza con su enigma celeste cada superficie de piedra a mi alrededor, no recuerdo diferencia alguna entre esta montaña de escombros y La Montaña en la que viven mis enemigos. Esta, más cruel y sobria, es también más digna de nuestra determinación.
Me dirijo a la Plaza del Juicio, puedo ver su estructura circular expuesta a los Soles desde aquí, refulge en luz celeste y las sombras de mis generales… todos demonios. La Plaza del Juicio es amplia y sencilla; un círculo de piedra cortado sobre el tercer escombro más alto de la ciudadela. Al final de las escaleras por las que desciendo se abre un camino sinuoso a la izquierda, que lleva hacia otro agujero al interior de la gruta y, a la derecha, comienza una pasarela de cristal que interrumpe el abismo hasta caer en la plaza. Me interno en la avenida celestial y el demonio se acerca otra vez, aquí hay espacio para cien hombres juntos. Este puente entre torres, al igual que la docena de avenidas aéreas que recorren mi ciudadela, no tiene nombre. Tampoco tiene historia, la construimos al llegar aquí y está desprovista de enigmas a pesar de conectar los fragmentos del lugar más antiguo de Kew’Om. Es solitaria y fría. El eco de mis pasos anuncia mi presencia en la avenida desierta, se arrastra por la estructura y vuelve a mí, como si el cristal de la avenida reconociese y saludase mi solitaria existencia. No estoy solo en realidad, los pasos del demonio también provocan ecos y los Us aún gimen su melodía en el segundo cielo de sus cuerpos, pero ninguno de ellos vive la verdad que ha ganado fuerza en mi mente. Allí estoy solo, y la avenida de cristal lo sabe e intenta consolarme.
Casi hemos llegado. A cincuenta pasos sobre el vacío en dirección al este de la plaza, un poco más alta su cima que las cabezas de mis generales, y justo debajo de donde se encuentra el Sol Azul en este momento, puede verse la escabrosa cúspide de la torre a la que llamé — inspirado por los dioses, al parecer — Esperanza. Dorák me vigila desde allí, puedo ver su sombra en la ventana. ¿Me teme? ¿Me compadece? ¿Los compadece a ellos? ¿Me juzga…? Si, al menos eso hace.
- Dragón – saluda uno de mis generales envuelto en su capa negra que, sacudida por el viento de estas alturas, casi mantiene un ritmo fluido e hipnótico en su furioso zarandeo.
Asiento hacia el demonio y, mientras entro en la Plaza del Juicio, me fijo en los rostros que no hace tanto tiempo eran humanos y ahora me contemplan entre cuernos y tonos de negro y gris. Envueltos en capuchas negras que señalan el luto de nuestras almas y, de ninguna forma, ocultan las aborrecibles cosas en las que nos hemos convertido. Siento orgullo por nuestro sacrificio… y pena. Ahora que he visto las Marcas del Dragón y el Heraldo en mi hijo lo comprendo. Los Dioses no abandonaron Kew’Om, no era mi tarea vengar el daño, era proteger a quien… No, nuestra venganza es justa. Lo que hemos sacrificado lo demuestra. Observo a cada uno de mis generales, de pie bajo el Sol Azul, con la frente en alto y los hombros caídos, y los ojos entristecidos por el canto de los Us. Y las capas negras ocultando sus formas al Sol Azul, pero portadas con orgullo; el luto es nuestro estandarte.
Mis demonios rodean a tres sacerdotes rojos demacrados y una niña pequeña a quien la única sacerdotisa del grupo sostiene en brazos. Aún visten de rojo, aunque ahora las capaz carmesí sean poco más que harapos mugrientos. A la niña no la han torturado, me enorgullezco de esta muestra de misericordia. No hemos perdido la humanidad como acusan nuestros enemigos. Ellos en cambio engañan a estas pobres almas mientras roban su magia y vida para corromper nuestro mundo. Pobres almas, no lo son en realidad, cada sacerdote rojo esparce la peste de sus amos, ellos también son culpables. Me acerco a los sacerdotes. Uno de ellos, viejo y encorvado, se adelanta y escupe ante mí. Un demonio lo golpea en la nuca y el viejo cae de bruces al suelo de piedra luminiscente.
- ¡La Suprema Zalya te asará vivo por esto, demonio! – Gruñe el viejo mientras se pone de pie con ayuda del otro sacerdote.
- ¿Zalya? – pregunto.
- Esta mujer es prima de la Suprema Sacerdotisa corrupta – me informa el demonio que me acompañó hasta aquí señalando a la sacerdotisa.
- ¡Ja! ¿Corrupta…? – chilla el viejo alzando las manos hacia el Sol Azul – ¡La gloria de los Soles…!
Una fe rota y ciega, este hombre no tiene nada para mí. Busco el concepto de la Venganza en mi interior e interpreto fuego negro a partir de él. El viejo se prende en una oscura llamarada que arde durante unos pocos instantes antes de desaparecer sin dejar rastro del sacerdote. La niña se apretuja contra el cuerpo de la sacerdotisa, pero no parta la vista de mí. El otro sacerdote, más joven, retrocede y bloquea la vista de la niña con su cuerpo.
- No hay nada que podamos hacer por ti – dice con tono sereno.
- Ni yo por ustedes – contesto.
- Hay algo
- ¿Lo hay? – pregunto divertido, este también intentará convencerme de volver al redil de la perdición en el que han encerrado sus mentes.
El sacerdote señala hacia el Sol Azul, pero está débil, sus gestos son imprecisos y le cuesta alzar la mano por un corte en el hombro, sus dedos señalan hacia la ventana de Dorák.
- El observa – dice el sacerdote – y no querrá que esta niña sufra.
El sacerdote me mira a los ojos, valiente. La fe, aun corrupta como la suya, puede sacar las emociones más puras de un alma y esgrimirlas en el momento adecuado, pero esas armas se quiebran al tocar mis escamas. Aun así… noto algo en su expresión, este sacerdote quiere decirme algo y no se atreve. La sacerdotisa pone a la niña en el suelo y avanza hasta quedar junto al sacerdote. Ella se arrodilla y el la imita.
- Dragón marcado una vez, protector – dice la mujer con la vista clavada en mis ojos y un escalofrío me recorre el cuerpo ante el reconocimiento de lo que me fue arrebatado -. La luz de los astros no abandona a sus elegidos. En ti está la facultad de ver.
- Tu puedes ver lo que todos ignoran – agrega el sacerdote.
Miro hacia la ventana, no puedo evitarlo. La sombra de Dorák se interna en las cortinas.
- ¿Y ustedes que pueden ver? – pregunto.
Los sacerdotes no responden.
- ¿Pueden ver la corrupción de su fe? - insisto - ¿Y la codicia del Dragón Ladrón?
- Protector… - murmura el sacerdote, abatido.
- ¿Ven la corrupción de este mundo roto?
Silencio. Otro grupo de charlatanes corruptos. Interpreto Venganza y ambos arden en piras de luctuoso fuego. Me siento furioso y mis demonios rujen ante el castigo de los traidores. La algarabía sádica se mezcla con el canto sagrado de los Us, pero pronto desaparece en silencio. No así las sonrisas de los demonios. ¿Puedo ver lo que otros ignoran…? Siento que yo también he decidido ignorarlo.
- ¿Y a esta, Dragón? – pregunta el demonio que me acompaña, aún con algo de euforia en su voz.
Observo a la niña, se ha puesto de pie y avanza hacia mí con pasos aún inestables. ¡Oh, piedad! ¿Qué edad tiene…? No más de tres convergencias. Llora, de sus ojitos caen lágrimas, pero no solloza. La sacerdotisa debía ser su madre, puedo ver el parecido. Avanza hacia mí y me mira. Pobre criatura perdida entre demonios. La niña mira al cielo y… ¿Qué ha sido eso? Esa sensación fue… ¿Previsión? Miro a mis demonios, vigilan a la niña como depredadores, ninguno lo ha sentido. La niña sigue mirando al cielo. No, no puede estar leyendo las palabras de los Dioses. Los Dioses no pueden poner a otro en mis manos. Desvío la vista hacia la ventana de Dorák, mi hijo ha salido de la oscuridad y me observa, puedo sentir el pulso de sus Marcas desde aquí.
- Dragón… – dice la niña con una vocecita frágil, aunque decidida, como el cristal roto; deshecho pero afilado – y Azul.
La niña se interrumpe y frunce el ceño… ¡Otra vez un efímero puso de Previsión invade el aire! ¿Por qué se detiene, que está…? Está leyendo, o intuyendo las palabras, a su edad no debe saber leer siquiera. Me estremezco. Es ella quien está interpretando Previsión, no hay otras posibilidades. Esta niña está marcada… algo insustancial conecta con la niña desde el este. Es Dorák. La niña parece sorprendida y satisfecha de improviso. Comprendo que ahora puede ver mejor las palabras, Dorák está apoyando su interpretación. Miro hacia la ventana, al rostro lejano de mi niño pequeño y luego a la carita de la futura Suprema Sacerdotisa.
- El dragón azul purificará Kew’Om al amparo y al caído y a la guerra. El Heraldo y el Dragón están aquí – dice la pequeña Santa, una que no ha sido corrompida, como tampoco lo ha sido Dorák.
- Dragón ¿Esta renacuaja intenta asustarnos? – insinúa divertido el demonio.
Observo otra vez a mis demonios y entiendo, hemos caído. En sus rostros hay sed de sangre... ¡Pero no importa! Nuestro sacrificio no ha sido en vano, de lo contrario los Dioses no hubiesen puesto a sus enviados en manos de un demonio ¿No?
- Sobrina de Zalya – digo y el demonio asiente entusiasmado.
- ¿Cómo te llamas? – le pregunto a la Santa, que vuelve a mirarme.
- Íria – no le tiembla la voz, puedo sentir el poder de Dorák erizado en torno a su cuerpecito; como una bestia acorralada y decidida a todo.
- ¿Crees que el Heraldo vendrá a salvarte? – le pregunto.
- El Heraldo de la Guerra está aquí – dice.
Mis demonios estallan en carcajadas, pero yo tiemblo de orgullo y miro hacia la ventana de Dorák. Asiento en un gesto leve con la cabeza, pero él me ve y noto como su interpretación se relaja un poco sobre la Santa, solo un poco. El canto de los Us cambia … ¿Son esos gritos de guerra entre los sollozos?
- Llévenla con la nodriza Irunla – ordeno y veo el desconcierto en las expresiones de mi pueblo condenado – La ataremos en el estandarte durante el asedio a la Ciudad Roja. Quiero ver si la vieja cobarde sale a salvarla de mí o deja que el fuego de sus propios cañones la haga trizas.
Los demonios vitorean y se llevan a la niña. Miro hacia la ventana y veo a Dorák desaparecer en su habitación. Abandono solo la Plaza del Juicio. Binort, el Guardián sin Marca, está cerca en algún lugar de los Confines Libres. Desde aquí puedo sentir la presencia de la bestia pagana escrutando mi ciudadela; conteniendo el deseo de lanzarse sobre mí y despedazarme. Si no lo intenta es porque antes ha perdido a muchos en ese empeño. No puedo confiar este secreto a nadie más, esa criatura acogerá a mis Marcas como suyas en su madriguera feral. Mientras Binort los proteja nadie podrá tocarlos. Llegará el día en el que las luces que guardan borren las tinieblas de Kew’Om.
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NOTA IMPORTANTE:
Al modificar la línea temporal de la trama para corregir varios errores de construcción que estaban afectado la historia, el orden y la lógica de todo lo que antes había publicado se ve afectado. Cosas que sucedían antes ahora suceden después o viceversa, o bien nunca suceden y son representadas de otra forma en la historia, pero los personajes y el núcleo de la novela son los mismos, solo que mejor peinados, afeitados y bien vestidos. Antes era una historia representada por un adolescente majadero aficionado al… Metal (por poner algo extremo aquí y porque el otro caso extremo es el reggaetón, que no es algo aceptable para mi naturaleza) y ahora la presenta un adulto joven, pero ya calmado de hormonas, con responsabilidades y un ritmo de vida más tranquilo. En resumen, los cambios son para bien, espero.
Me encanta. Y los Us me parecieron brutales desde que los conocí 👏🏻👏🏻👏🏻
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